martes, 19 de noviembre de 2013

El reflejo de la calle


     





“En una sociedad no deben ni pueden existir clases sociales definidas por índices económicos. El hombre no es un ser económico. Lo económico hace en él a su necesidad, no a su dignidad.”
                                        
                                 Cesare Beccaria.



Durante el 2013 he recorrido las calles platenses con mayor frecuencia y mi condición de futuro comunicador social hizo que de a poco comenzara a ver y analizar cada uno de los lugares que frecuento con una mirada más crítica y no tan superficialista.
Es inevitable ver las polaridades de clases en la calle y más teniendo  en cuenta que en las ciudades grandes esto se masifica. Pero mucho más impactante es ver plasmadas estas diferencias en una institución pública y nacional como el Banco de la Nación Argentina.
Fundado el 26 de octubre de 1891, el Banco Nación suele tener una imagen profundamente instalada en la sociedad. Con más de 617 sucursales en todo el país, es uno de los edificios más importantes de muchas ciudades pequeñas del interior, estructurando sus calles céntricas y teniendo el protagonismo de ser uno de los edificios más lindos arquitectónicamente.
Hoy en día el Banco Nación es de “todos”, hoy en día el Banco Nación es de algunos, hoy en día el Banco Nación refleja perfectamente las diferencias de clases que se ven una y otra vez en la calle. Será que todos podemos entrar entonces dentro de ese todos entra el licenciado, el doctor, el estudiante, el que usa gorrita, el que tiene tatuajes, el que tiene piercing, el de traje, el ingeniero, los extranjeros, los que viven en barrios privados, los que viven en la villa, los inundados, los funcionarios, los, los, los; podría seguir porque como dije, entramos todos.
¿Pero por qué adentro hay a algunos que no los vemos? Basta entrar, mirar y darse cuenta que todo está estructurado por el status de cada una de las personas que ingresa y ahí es cuando digo que el banco pasa de ser de todos a ser de algunos.
La escena es perfecta: los de traje no se ven, desaparecen por los pasillos y las oficinas, o solo están detrás del mostrador; la “clase media”, que llega 09:30 AM para entrar primeros a las 10:00, organizados en sillas azules esperando que el tablero marque el número que esperan hace 50 minutos y que todavía tiene 47 personas por delante; los que cobran planes, asignaciones, becas, etc., parados al costado de las sillas haciendo una fila (que suele salir a la vereda y muchos quedan afuera cuando se hacen las 15 hs) avanzan lentamente hacia el primer lugar y cuando llegan tienen que ir a las sillas a seguir esperando; los que no entrar porque ni jubilación, ni plan, ni asignación tienen y esperan en la puerta a juntar algunas monedas.
Seguramente esto sea fruto de una organización que sin dudas debe existir y prevalecer dentro de una institución de este peso. Pero no justifico por eso el modo o la forma de hacerse en donde la espera se acorta o se alarga según quién/qué  sos. Tampoco critico la espera, eso es normal, cotidiano y entendible, pero deja de serlo cuando no es para todos iguales. Los “clientes” deberían ser para los bancos privados, dejemos ahí los privilegios y las diferencias.
No creo necesaria esta manera de “organizarnos”  que prevalece en las grandes ciudades capitalistas del mundo desde hace cientos de años. Como diría Aristóteles “la dignidad no consiste en nuestros honores sino en el reconocimiento de merecer lo que tenemos”. No quiero ver más esta división que excluye y/o incluye según el poder económico y que, en algunos casos, te deja fuera directa e inevitablemente de todo el sistema. Es evidentemente seguir viendo en la sociedad argentina el modelo de “civilización y barbarie” que proponía Sarmiento y que con ejemplos como esta representación de la sociedad en el Banco de la nación Argentina podemos ver que sigue instaurado en el inconsciente colectivo de nuestra sociedad.
Es por esto que me cuesta ver a LA Argentina como un país que tire para el mismo lado y no lo veo como una cuestión política militante ni lo pongo jaque desde ese lugar; salgo del “sos de acá o de allá”, va más allá, va en el hacer colectivo e individual que nos hace y nos forma como país y como nación.

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