“En
una sociedad no deben ni pueden existir clases sociales definidas por índices
económicos. El hombre no es un ser económico. Lo económico hace en él a su
necesidad, no a su dignidad.”
Cesare Beccaria.
Durante el 2013 he recorrido
las calles platenses con mayor frecuencia y mi condición de futuro comunicador
social hizo que de a poco comenzara a ver y analizar cada uno de los lugares
que frecuento con una mirada más crítica y no tan superficialista.
Es inevitable ver las polaridades
de clases en la calle y más teniendo en cuenta
que en las ciudades grandes esto se masifica. Pero mucho más impactante es ver
plasmadas estas diferencias en una institución pública y nacional como el Banco
de la Nación Argentina.
Fundado el 26 de octubre de
1891, el Banco Nación suele tener una imagen profundamente instalada en la
sociedad. Con más de 617 sucursales en todo el país, es uno de los edificios
más importantes de muchas ciudades pequeñas del interior, estructurando sus
calles céntricas y teniendo el protagonismo de ser uno de los edificios más
lindos arquitectónicamente.
Hoy en día el Banco Nación
es de “todos”, hoy en día el Banco Nación es de algunos, hoy en día el Banco
Nación refleja perfectamente las diferencias de clases que se ven una y otra
vez en la calle. Será que todos podemos entrar entonces dentro de ese todos
entra el licenciado, el doctor, el estudiante, el que usa gorrita, el que tiene
tatuajes, el que tiene piercing, el de traje, el ingeniero, los extranjeros,
los que viven en barrios privados, los que viven en la villa, los inundados,
los funcionarios, los, los, los; podría seguir porque como dije, entramos
todos.
¿Pero por qué adentro hay a
algunos que no los vemos? Basta entrar, mirar y darse cuenta que todo está
estructurado por el status de cada una de las personas que ingresa y ahí es
cuando digo que el banco pasa de ser de todos a ser de algunos.
La escena es perfecta: los
de traje no se ven, desaparecen por los pasillos y las oficinas, o solo están
detrás del mostrador; la “clase media”, que llega 09:30 AM para entrar primeros
a las 10:00, organizados en sillas azules esperando que el tablero marque el
número que esperan hace 50 minutos y que todavía tiene 47 personas por delante;
los que cobran planes, asignaciones, becas, etc., parados al costado de las
sillas haciendo una fila (que suele salir a la vereda y muchos quedan afuera
cuando se hacen las 15 hs) avanzan lentamente hacia el primer lugar y cuando llegan
tienen que ir a las sillas a seguir esperando; los que no entrar porque ni
jubilación, ni plan, ni asignación tienen y esperan en la puerta a juntar
algunas monedas.
Seguramente esto sea fruto
de una organización que sin dudas debe existir y prevalecer dentro de una
institución de este peso. Pero no justifico por eso el modo o la forma de
hacerse en donde la espera se acorta o se alarga según quién/qué sos. Tampoco critico la espera, eso es normal,
cotidiano y entendible, pero deja de serlo cuando no es para todos iguales. Los
“clientes” deberían ser para los bancos privados, dejemos ahí los privilegios y
las diferencias.
No creo necesaria esta
manera de “organizarnos” que prevalece en
las grandes ciudades capitalistas del mundo desde hace cientos de años. Como
diría Aristóteles “la dignidad no consiste en nuestros honores sino en el
reconocimiento de merecer lo que tenemos”. No quiero ver más esta división que
excluye y/o incluye según el poder económico y que, en algunos casos, te deja
fuera directa e inevitablemente de todo el sistema. Es evidentemente seguir
viendo en la sociedad argentina el modelo de “civilización y barbarie” que
proponía Sarmiento y que con ejemplos como esta representación de la sociedad
en el Banco de la nación Argentina podemos ver que sigue instaurado en el
inconsciente colectivo de nuestra sociedad.
Es por esto que me cuesta
ver a LA Argentina como un país que tire para el mismo lado y no lo veo como
una cuestión política militante ni lo pongo jaque desde ese lugar; salgo del “sos
de acá o de allá”, va más allá, va en el hacer colectivo e individual que nos
hace y nos forma como país y como nación.
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